viernes, 17 de abril de 2015

ME LO CONTÓ LILA (MI ABUELA)

LUCRECIA GONZÁLEZ VALIENTE  (1918 – 2015).


A continuación les dejamos un interesante testimonio compartido por Tamara Jovanka Castillo Contreras, nieta de esta gran titiritera, integrante de la “época dorada” del Teatro Guiñol de Bellas Artes.

Eduardo Contreras (1914 - 1986)
“…Ingresé al teatro gracias a que conocí a muchas personas del medio teatral 
que también conocían a mi esposo, Eduardo Contreras. Conocí a Emilio Carballido, que era muy amigo de Eduardo, a Rodolfo Usigli, Salvador Novo, Germán List Arzubide, Ángel Salas y Ramón Alva de la Canal; también recuerdo a Arqueles Vela, al hermano de Arzubide, Armando [List] Arzubide, y a Diego Rivera, porque junto con Lola y Germán Cueto, formaban parte del gremio de Bellas Artes. Eran intelectuales y artistas que participaban en diferentes áreas artísticas: fueron pintores, escritores y escultores que Lola Cueto unió cuando se adentró al guiñol.


Emilio Carballido (1925 - 2008)

Me integré de forma oficial al teatro de títeres cuando tenía veinticinco años, era muy joven. Claro que anteriormente ya había trabajado en el teatro y conocido a todas estas personas. Ahora verás: yo conocí a Eduardo haciendo teatro. Lo conocí porque Germán List Arzubide, Armando List, Germán Cueto, Ángel Salas y otros, fueron a la [Escuela] Secundaria número 6, donde yo cursaba el segundo año. Allí, mis compañeras eran Mireya Cueto y su hermana Ana María Cueto. Mireya y yo íbamos en el mismo año, en diferente grupo. Todas estas personas de teatro llegaron a la Secundaria y fueron a hablar con la directora Carlota Jasso, que era una persona muy estricta con los alumnos, porque buscaban a gente que quisiera participar en el teatro.
Rodolfo Usigli (1905 - 1979)
A todo esto, he de decir que a mí me gustaba mucho la declamación y era muy buena; eso fue muy importante porque me ayudó para el teatro. Había estudiado esto en la primaria con una maestra que daba el taller de declamación, y adonde nos dejaban ir a todas mis hermanas y a mí. Ya en la secundaria la maestra Zamora, maestra de Español, nos pedía que declamáramos o dijéramos una poesía; entonces, siendo tan buena, siempre me escogían a mí. Por eso, cuando llegaron todas estas personas del teatro con quienes venían Julio Bracho, Eduardo y uno de sus hermanos -creo que era Fausto-, y pidieron a una persona que le gustara hablar ante el público, la maestra Jasso pensó en mí. Ella mandó llamar a los alumnos para que fueran a la dirección a decir una declamación, y la maestra Zamora me dijo: “A ver, señorita Valiente, usted y... -mencionó a otras dos chicas que no me acuerdo de su nombre- vayan a la dirección que las mandan llamar”.
Salvador Novo (1904 - 1974)
¡Ay, Dios mío! Yo me quería morir del susto, no sabía qué había hecho.  Ya en la dirección, la maestra Jasso hizo la pregunta: “¿A ustedes les gusta el teatro?”, y con mucho miedo levanté la mano. “Bueno, pues estas personas que están aquí vienen a buscar a alguien que quiera trabajar en el teatro; pero teatro infantil y si ustedes quieren pueden hacer una prueba”. Al referirse a teatro infantil se referían al teatro de actores, pero para niños, no al guiñol. Así pues nos presentó a todas estas personas, y nos dijo: “Si les gusta el teatro y quieren participar van a tener que traerme una carta de sus papás donde les autoricen  a trabajar”.
Gremán Cueto (1893 -1975)
Y ahí fue donde “la puerca torció el rabo”, porque mi papá, una persona de ideas tipo porfiristas, no le gustaba la idea de que su hija pudiera trabajar en el teatro, no sé si pensaba que era algo malo o..., no sé; a él le hablabas de religión y sí sabía, porque estuvo en el seminario conciliar de Jalapa, pero de otras cosas relacionadas con el arte, pues no; no las consideraba muy importantes. Pero, a base de llorarle y de decirle que me gustaba el teatro, conseguí que me diera la carta. Una vez teniendo ya la carta, la directora se puso en contacto con estas personas y comenzamos a trabajar.
Julio Bracho (1909 - 1978)
Cuando comenzamos a trabajar se instaló en el patio de la Secundaria una carpa y ahí ensayábamos, sobre todo con el maestro Julio Bracho. De las obras que recuerdo estaba “El poder de la mujer”. Después de un tiempo, también llegó a trabajar ahí gente de la Universidad, y comenzamos a presentar nuestras obras.
Yo seguí con lo mismo de la declamación y, por eso, Eduardo se comenzó a fijar en mí, pero enfocándose al trabajo del teatro, de hecho él fue el que le dijo a Germán Cueto que quizá yo sería buena para trabajar en el teatro guiñol, porque yo hablaba muy bien en público y lo dominaba. Así, el maestro Germán Cueto me invitó a trabajar en el teatro de muñecos, por unos poquitos centavos.
Lola Cueto (1897 - 1978)
Yo no sabía qué era eso del guiñol bien a bien, sin embargo, acepté. Una mañana, me llevaron a [la calle de] Mixcalco [número] 12, que era donde vivía [el matrimonio Cueto] Lolita [y Germán], y donde tenían el taller y el teatro. No recuerdo el año exactamente pero estaba por terminar el periodo presidencial (1 de diciembre de 1934 al 30 de noviembre de 1940) de [Lázaro] Cárdenas. El maestro Cueto, que en verdad sí era todo un maestro, me presentó con Lolita diciéndole que yo era la chica que podía ayudar con la obra que iban a montar. En esa ocasión era “La Caperucita roja”. Me dieron el papel, lo aprendí, lo estudié, me enseñaron los movimientos, las cosas que podía hacer, y así inicie con el teatro. Así era el guiñol en esos días.
Grupo El Nahual. De izquierda a derecha.
De pie, Paquita Chavez, Lola Cueto y Roberto Lago.
Abajo, Eduardo Contreras y Guillermo Torres López.
En esa época, Lolita era la directora y los demás integrantes eran Paquita Chávez, “El Chato” López y Eduardo Contreras. Había otros grupos como el de Loló Alva [de la Canal], que era el [grupo] “Comino” y el que dirigía [Graciela] “Gachita” Amador, pero yo no los conocí porque no estaba dentro de ellos. Claro que todos estaban dentro de Bellas Artes.
En esa época yo entré a participar en el grupo “El Nahual”, pero de forma no oficial. Yo los ayudaba, más bien, con funciones particulares y me pagaban $15.00 pesos. Y eso, no muy seguido, porque yo seguía en la escuela. Después me fui a la [Escuela] Normal de Maestros, estuve como dos o tres años, pero a mi papá no le parecía, decía que estaba perdiendo el tiempo y me mandaron a la Escuela de Medicina a estudiar enfermería homeopática. Al mismo tiempo que realizaba estos estudios seguía en el teatro, pero en el de actores, donde dirigían Julio Bracho o [Rodolfo] Usigli, y también Eduardo estaba ahí, él hacía muy buenos papeles… ¿qué puedo decir, si fue primer actor de Bellas Artes, dirigido por Salvador Novo?
Los hermanos Fausto (i) y Alfonso Contreras en
el grupo "Comino", que dirigió Loló Alva de la Canal.
A diferencia de mí, Eduardo y sus hermanos sí seguían en el guiñol, nada más que Fausto y Alfonso trabajaban con Loló Alva de la Canal. Ellos hicieron una labor muy bonita, les gustaba mucho estar ahí; considero que los Contreras siempre estuvieron cerca del teatro guiñol, porque se identificaban con la labor y con los objetivos que este tipo de teatro perseguía. Se tiene que recordar que el guiñol tenía una carga ideológica “comunistoide”, diría yo, y si no, ahí están las obras de [Germán List] Arzubide, como la de “Petróleo para la lámparas de México” y algunos de sus “Cominos”, que manejaban los términos de la educación socialista, característicos de la época, eso es algo muy importante, porque eso también influyó para que el guiñol fuera muy aceptado.
Al mismo tiempo que estábamos en el teatro, todos seguíamos con otros estudios. Eduardo estaba en la ESIME (Escuela Superior de Ingeniería Mecánica Eléctrica) y yo, en la Escuela de Enfermería. Cuando estaba haciendo la obra “Los guardianes de la virtud”, en el Teatro Orientación, nos hicimos novios, y cuando él terminó sus estudios de ingeniería, nos casamos y nos fuimos de la capital durante cinco años, porque a él lo mandaron llamar por parte de una empresa minera.
Germán List Arzubide (1898 - 1998)
Cuando estaba por tener a mi primer hijo fue que decidimos regresar, y yo quise de nuevo retomar lo del teatro y casualmente me reencontré  con Germán List Arzubide,  platicamos y él me llevó con el maestro Antonio Mello, subdirector de Bellas Artes. Así obtuve mi plaza en el guiñol. Al día siguiente me presenté con Lola Cueto. Para ese momento ya no vivía en [la calle de] Mixcalco, sino en la calle de Misisipi, [número] 78.
Cuando me reincorporé al grupo “El Nahual”, en el año de 1944, aproximadamente, sus integrantes eran Lolita Cueto, Roberto Lago, [Francisca “Paquita” Chávez] y Guillermo Torres López. Lolita era la directora y luego, Roberto Lago. A partir de aquí lo que hice ya fue oficial.

Roberto Lago (1903 - 1995)
La organización del trabajo se daba de la siguiente manera: primero se escogía la obra y, de acuerdo a los personajes, a nuestras voces y habilidades, escogíamos quién hacía determinado personaje. He de reconocer que el que tenía muy buena voz y dicción era Guillermo Torres López, y Paquita Chávez también era muy buena.
Sólo por dar un ejemplo de esta forma de trabajo: se escogía “Los músicos de la aldea”, veíamos quién podía ser el burro, el gallo,...etc. y se leía y releía la obra, le hacíamos modificaciones, la arreglábamos y escogíamos a los muñecos, los cuales hacíamos entre todos y ya entonces veíamos qué papel nos tocaba a cada uno.
El taller del guiñol
Para hacer los muñecos, primero se forjaba el muñeco, se hacía en plastilina, y luego el vaciado [en yeso]. En mi caso, Lolita fue la que me enseñó a vestir y pintar los muñecos. Recuerdo que el encargado del taller era Juan Guerrero, que hizo cosas muy bonitas y muy bien hechas (sic). Él hacía el muñeco y Paquita y yo los vestíamos bajo la dirección de Lolita y, claro, los demás pintaban. Los muñecos se hacían en específico para cada obra y se creaba el repertorio completo. Después se utilizaban los muñecos que ya se tenían o simplemente se daban retoques, o en caso de estar muy maltratados se hacían nuevamente. En general el trabajo se repartía de acuerdo a las habilidades de cada quién.
Después vinieron otras personas que también trabajaban muy bien, como Pepe Díaz y Ramón Alva Hernández, este último ya fue mucho más adelante pero la organización del trabajo siempre siguió los mismos pasos.

Las Lagarteranas
Muñecos y Coreografía de Lola Cueto.
En cuanto a cómo organizábamos un programa, se veía las obras que ya teníamos trabajadas, en eso se enfocaba más Roberto Lago; aunque la estructura en general siempre era la misma: primero la obra grande, como por ejemplo “El viejo, el gallo, el gato y la zorra”, luego el baile como “Las Lagarteranas”, “Los Marineros”, “Las Gallinitas”, “Los Jardineros”; luego venía una obra corta y, eso sí, al final, en el caso de mi grupo, siempre se ponía una ronda que se llamaba “El Nahual”. Con el tiempo todo fue cambiando conforme el grupo lo iba decidiendo, se aumentaba un baile, se quitaba una obra, pues material había mucho.
Ensayando.
De izquierda a derecha, el Chato López, Paquita Chávez,
Pepe Díaz y Lucrecia González Valiente.
Ya que se había hecho la parte creativa nos íbamos a trabajar a las escuelas que habían sido avisadas por parte de Bellas Artes. Esa parte era ya cosa administrativa y nosotros no nos metíamos mucho, [Roberto] Lago era el que se encargaba de mandar los programas y ver a dónde íbamos.


Campaña de alfabetizacion en Santa Cruz Etla, Oaxaca 1946
A la izquierda, Lucrecia González Valiente
Con el guiñol visitamos muchos sitios, escuelas, hospitales, orfelinatos, también llegamos a ir a las cárceles, recuerdo que así conocí [El Palacio Negro de] Lecumberri [originalmente construido como penitenciaría y actualmente sede del Archivo General de la Nación]. Era interesante y bonito ver cómo se divertían los hombres y las personas que estaban ahí. A los niños y adultos siempre les gustó y se divertían mucho. Claro que contábamos con programas especiales y obras más acabadas y grandes como el “Don Juan Tenorio”, o el “Gorgonio Esparza”. Una de las anécdotas que recuerdo con mucho cariño fue cuando se presentó precisamente el “Don Juan Tenorio” en el TEC (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores) de Monterrey. ¡Cómo se reía la gente! Pepe Díaz era
Personajes de Don Juan Tenorio
Ciutti y yo Doña Brígida y aunque del grupo éramos los más jóvenes en ese momento, al ver la reacción de la gente nos crecíamos junto con el muñeco. El entusiasmo del público siempre fue tanto que, cuando se molestaban con algún personaje, nosotros pagábamos las consecuencias al recibir todas las cosas que a veces les aventaban.
Finalmente, todo era el cariño de los niños y la reacción de las personas ante una forma de teatro que siempre inculcó valores y se mantuvo cerca de ellos. Después de mucho tiempo de trabajar, murió “El Chato” López y quedamos en el grupo Lago, Paquita, Pepe Díaz y yo, y mucho tiempo después comenzaron a entrar otras personas que a veces no estaban de forma permanente en el grupo, pero que pertenecían al área de teatro o al Departamento [de Teatro del INBA]. Ellos llegaban a ayudar y hacían las cosas como uno les decía -como Paco Ornelas y [Gabriel] Jotar- a ellos se les daba y se les debe dar crédito, porque trabajaban igual que una. En la última etapa del grupo “El Nahual”, yo quedé como Directora  y ahí trabajé con Ramón Alva Hernández, Rosita [Alva Hernández] y Alicia Hernández [Miranda], esos son algunos de los nombres que me asaltan en este momento. Al final mi grupo quedó con Norma Ramírez, Pepe Pereyra, Tito Díaz y Pepe Calderón, con quienes también trabajé mucho tiempo, montamos espectáculos muy grandes y participamos en festivales. Con ellos fui al Festival [Internacional] Cervantino y también hicimos muchas giras.
Claro que las giras se hicieron desde el inicio tanto al interior de la República como al extranjero. Yo recorrí gran parte de la República con el guiñol y, bueno, al extranjero casi no fui, a excepción de la [gira] que hicimos a Arizona, pero el público siempre nos recibió muy bien. Nos daban alojamiento y comida, el idioma nunca fue un problema, pues la mímica de un muñeco es suficiente, siempre y cuando transmita la esencia de lo que se quiere dar a entender. La mímica y el movimiento son base de este lenguaje.

Lucrecia González Valiente
(1918 - 2015)
En mi caso, lo que puedo decir del teatro guiñol es que desde muy joven  me vi involucrada con él hasta el día que me jubilé en 1985. Estoy muy contenta de poder decir que Eduardo y yo participamos en una labor tan bonita e importante que ayudó a dejar tantas cosas buenas. Fueron más de cuarenta años de mi vida los que le dediqué y donde tuve oportunidad de conocer a muchas personas valiosas y vivir muchas experiencias, creo que está por demás decir el mucho cariño que le tomé…”