viernes, 27 de agosto de 2021

DON CUCUFATE. HISTORIA SINGULAR DE UN PERSONAJE SINGULAR

A raíz de la exitosa gira que el grupo de Teatro Guignol del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) efectuó por Venezuela, el Chato López, como era conocido entre sus compañeros Guillermo Torres López, regresó con una idea bulléndole en la cabeza: ¿Por qué no tener su propio teatro de títeres?

Dejemos que sea el Ing. Guillermo Enrique Torres González, primogénito del gran titiritero, quien nos narre, en sus propias palabras, esta magnífica historia.



Guillermo Torres López (el "Chato"), 
fundador y director de Don Cucufate.




La idea comenzó a tomar forma; convocó a una reunión a varios amigos compañeros de trabajo, les expuso su plan, invitándolos a participar en él y con él; alzaron la mano Paquita Chávez y Pepe Díaz, con ellos dos, más mi mamá (que empezó a hacer sus pininos artísticamente) y él mismo, podía comenzar a ofrecer funciones particulares; pero en esa reunión saltó la pregunta: ¿Cómo se va a llamar el teatro? ¡Ah caray!, eso no estaba planeado; ahí mismo entre los asistentes se sugirieron nombres, ninguno debería llamarse como los de Bellas Artes, o que tuvieran alguna similitud como: Periquillo y/o Periquito, Comino, Rin-Rin, El Nahual, que eran los nombres que existían en esa institución, tenía que ser un nombre diferente, tal vez raro, de fácil pronunciación. El señor Jesús Díaz Thomé (Chuchito Díaz), esposo de Paquita, propuso: Cucufate Cucufate se quedó; Chuchito Díaz fue el padrino. Así nació a mediados de 1950 el Teatro Guignol Don Cucufate...



Don Cucufate, el mejor amigo de los niños.


Inmediatamente se puso El Chato a modelar en plastilina los rostros de el que iba a fungir como El Señor Director, “Don Procopio”, y el del payaso Cucufate, y luego a hacer los vaciados primero en yeso y luego en papel mina. Todos los personajes, así como los telones y los trastos eran pintados por el chaparrito yucateco Pepe Díaz, también se comenzaron a elaborar algunos muñecos copiados de los usados por los otros grupos de guignoleros. Incipiente y lentamente comenzaba a tomar forma el teatrito.

Finalmente, ya se tenía teatro, algunos muñecos, nombre, animadores, ahora faltaba conseguir funciones; se mandaron imprimir tarjetas de presentación, y mi papá empezó a ofrecer sus servicios en instituciones gubernamentales y sindicatos, gestiones que en algunos casos dieron fruto, empezábamos a tener funciones. 



Publicidad del grupo Don Cucufate.


Con osadía, mis padres fueron a “El Palacio de Hierro”, tienda departamental que, en ese tiempo junto al Puerto de Liverpool, Las Fábricas Universales, el Centro Mercantil, eran las tiendas departamentales de mayor prestigio en la capital y que se encontraban estratégicamente ubicadas: a una cuadra del Zócalo capitalino. Consiguieron una cita por medio de la gerente de publicidad Madame Rostand para ser recibidos por el señor Blizac, Gerente General de “El Palacio de Hierro”.


Puntualmente acudieron mis papas a la cita y le explicaron al Gerente lo que proyectaban, el funcionario les solicitó una demostración. Con los pocos muñecos que había en la casa, más unos que consiguió prestados de Bellas Artes, se armó el teatro en la tienda y se procedió a dar la exhibición.


Llegaron los directivos que, con su nacionalidad francesa, sabían lo que era el espectáculo del Guignol; se sentaron y comenzó la función con el prólogo o más bien diálogo con el que siempre se iniciaban las funciones, diálogo en el cual se mencionaban los nombres, del, o los niños homenajeados, así como de algunos amigos y familiares, como no había niños entre los espectadores, se mencionaron los nombres de las personalidades presentes.     


Normalmente el programa contemplaba: un prólogo, un bailable, una fábula o una ronda infantil, otro bailable y se finalizaba con el cuento principal; el programa estaba contemplado para durar entre cincuenta y sesenta minutos. Al terminar la ronda infantil, mandaron decir los directivos que con lo que habían visto, era suficiente . . . ¡Cómo un balde de agua helada se sintió el hecho de que se hubiera cortado la función! . . .  ¿Qué había pasado? ¿No les había gustado? ¿En qué se había fallado? Con cuánta incertidumbre comenzaron a desarmar el tinglado y a recoger las cosas. Mde. Rostand, le dijo a mi papá que el señor Blizac deseaba una propuesta, un programa, y que les había parecido agradable a los asistentes que Don Procopio y Don Cucufate se dirigieran a ellos por su nombre al inicio del programa, este comentario entibió en algo el sentimiento del balde de agua helada. 


Ya estaban planeando los eventos para la temporada navideña siguiente, era el mes de mayo.


Reunió papá a los integrantes del grupo para hacer planes y así elaborar una propuesta; ésta fue presentada, analizada, comentada, ajustada a las necesidades y gustos de la tienda. 



Los animadores de Don Cucufate se preparan para la función.



Afortunadamente fue aprobada y rápidamente a empezar a chambiar . . . pero ¡a chambiar en serio! (sic), era el mes de agosto de 1951 y el contrato establecía que para el primer día de diciembre se comenzaran las funciones. Fue necesario ampliar el staff con un par de animadores más y otro tramoyista ya que yo no siempre les pude auxiliar.    


El programa contemplaba dos funciones de treinta minutos por la mañana, a las 11:30 y 12:30 hrs, y tres por la tarde, también de media hora, a las 15:30, 16:30 y 17:30 hrs. Deberían de ser dos programas alternos y distintos cada día, por tres días (lunes, miércoles y viernes) y otros dos programas igualmente distintos y alternos para los otros tres días de la semana (martes, jueves y sábado). Además, cada semana se cambiaba totalmente la programación, por lo que fue necesario elaborar una gran cantidad de muñecos (ampliar en mucho el repertorio), telones, trastos, seleccionar música, luces, etc. Se trabajaba del día 1° de diciembre al día 24, y del día 2 de enero del siguiente año al día 6. 


Tuvimos la fortuna de ser contratados cada temporada navideña de 1951 a 1963. Los dos primeros años se trabajó en la casa matriz del centro, acondicionando el escenario con cortinas que el mismo personal de la tienda colocaba; a partir de 1953 en que la tienda tuvo la visión de poner una sucursal en la colonia Condesa, la primera sucursal que un importante almacén de estas características instalaba fuera del centro de la ciudad, destinaron un espacio mejor acondicionado tanto para dar cabida al público infantil como para los artistas del Guignol.

Al final de cada función se repartía publicidad a los asistentes, publicidad que dio frutos incrementando en mucho las funciones particulares sobre todo los fines de semana.




El elenco frente al escenario.


Al fallecimiento de mi señor padre, en el año de 1964 (10 de agosto), mi madre, acompañada por el compadre Pepe Díaz, fueron a ver a Mde. Rostand para seguir ofreciendo las temporadas anuales navideñas. Con la franqueza que caracterizaba a Mde. Rostand, ésta declinó el ofrecimiento diciendo que sin la dirección del señor Torres el almacén no estaba interesado en volver a tener un espectáculo similar. La verdad, sabia decisión de la señora francesa, dudo mucho que hubiéramos podido mantener la misma calidad del espectáculo. 

Modestamente, esa calidad del espectáculo, el lenguaje utilizado por los personajes, la puntualidad, la variedad de nuevos cuentos, rondas, bailables, en fin, una serie de atributos que le imprimió mi papá al teatro, difícilmente existió antes y después de Don Cucufate incluyendo los teatros de Bellas Artes; hubo y ha habido otros grupos de guignoleros, pero sin falsa modestia, ninguno como Don Cucufate




lunes, 1 de marzo de 2021

GUILLERMO TORRES LÓPEZ, UN TITIRITERO EXCEPCIONAL.

GUILLERMO TORRES LÓPEZ UN TITIRITERO EXCEPCIONAL.


Guillermo "Chato" Torres López
Guillermo Torres López


En palabras del Ing. Guillermo Enrique Torres González, compartimos algunos de sus recuerdos, plasmados en esta semblanza, de uno de los mejores animadores que ha dado el Teatro Guiñol Mexicano a lo largo de su historia. 

Guillermo Torres López es actualmente un titiritero poco conocido por las nuevas generaciones (a veces la historia no hace justicia a sus protagonistas), pero que dejó una profunda huella e importante escuela, por su excelencia en la calidad artística de sus interpretaciones. 

A manera de noticia diremos que fue él quien interpretó originalmente el emblemático personaje Gorgonio Esparza, el legendario matón de Aguascalientes, de la magnífica obra escrita por Antonio Acevedo Escobedo; así como Don Juan Tenorio, de la obra homónima de José Zorrilla, adaptada y dirigida por Roberto Lago. 


Gorgonio Esparza y su Caballo



Don Guillermo Torres López (1909-1964), nació en Tenancingo de Degollado, Edo. De México, una población ubicada como a 60 kms. al suroeste de la capital, Toluca. Desde pequeño, formando parte del grupo de acólitos en la iglesia pueblerina, al contestar los responsos en latín a las oraciones que pronunciaban los clérigos, éstos, se empezaron a dar cuenta de lo clara y bien timbrada voz infantil, por lo que le comenzaron a ayudar a mejorar esa facultad. Además, el director del colegio al que asistía, también se percató que el niño tenía facilidad para aprender declamaciones y recitarlas con buena entonación, aquí también tuvo el apoyo necesario para manejar su dicción. En el pueblo era conocido como Guillermo López o simplemente como Memo.


En 1926, su madre y él, se fueron a vivir al Distrito Federal, a donde consiguió Guillermo López entrar a trabajar a la Compañía Telefónica y Telegráfica Mexicana, como mozo. En 1938 contrajo matrimonio en su tierra natal con María del Carmen González Guadarrama (Q.E.P.D.); procrearon dos hijos: Rafael (Q.E.P.D.), el menor, y quien esto escribe, el primogénito, Guillermo Enrique.


Con las facultades verbales y con la plena convicción de buscar mejoras laborales para los sindicalizados, el “Chato López”, como fue conocido entre sus compañeros telefonistas, con el paso del tiempo llegó a ocupar cargos sindicales, en una época en la que esas responsabilidades tenían vigencia de un año, y al final del cual, se rendía a la asamblea, un informe de sus actividades, sin que tuvieran oportunidad de reelegirse, era una verdadera democracia sindical. 


Invitación del Secretario General 
del Sindicato de Telefonistas, Guillermo López (sic)


Mientras laboraba en la telefónica, y ya con un ingreso seguro, por las tardes, al cumplir su jornada laboral, don Guillermo se inscribió en el Conservatorio Nacional de Música para tomar clases de música por espacio de unos cuatro años, consiguiendo mejorar su facultad vocal de tenor. 


La relación artística entre el Conservatorio y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), le permitió a Guillermo López saber de la existencia de una nueva actividad teatral: el teatro Guignol, que, para él, manejar muñecos no resultó problemático, lo había experimentado en su infancia en forma por demás improvisada; se acercó a los titiriteros, e inmediatamente se creó una empatía, así, por 1931, no más allá, el Chato López ingresó al Guignol, con Graciela Amador, conocida como “Gachita Amador” como directora del pequeño elenco  integrado por el pintor Ramón Alva, Roberto Lago, los hermanos Carrillo: Manuel y Armando. El teatro llevaba el nombre de “Periquilo” y/o “Periquito”.


Para 1939, se forman los grupos de “Comino” y “El Nahual”, dirigidos por Dolores Velázquez de Cueto (Lola Cueto) y Roberto Lago, respectivamente, quienes, llegarían a ser el soporte, los pilares, los padres en los cuales se cimentó el Teatro Guiñol Mexicano. “El Chato” pasó a formar parte del elenco del Teatro “El Nahual”.



Don Juan Tenorio, magistralmente interpretado
por Guillermo (Chato) López


Al paso del tiempo ingresaron más artistas entre ellos las hijas de Lolita Cueto: Ana María y Mireya (Miyuca), llegaron los tres hermanos Contreras: Alfonso, Fausto, y Eduardo, así como la esposa de éste, Lucrecia González, Paquita Chávez, y algunos más; pero otro personaje del que no se puede olvidar, y que fue pilar en el Guiñol con sus pinceles, al plasmar escenografías, utilería y muñecos, y que además se convirtió en promotor del Guiñol entre las comunidades indígenas del sureste de la república mexicana, me refiero al maestro vallisoletano José Mercedes Díaz Núñez, familiarmente conocido como “Pepe Díaz” que inicialmente llegó como decorador en el año de 1944, y que con el tiempo también se volvió animador teatral.



El Chato López, Paquita Chávez,
Pepe Díaz y Lucrecia González


Los cuatro o cinco animadores integrantes de cada uno de los tres grupos del Teatro Guiñol de Bellas Artes, y que dos de ellos laboraban en la mañana y un tercero en un turno vespertino, formaban un grupo por demás heterogéneo, todos se ayudaban entre sí, aportaban ideas, críticas sanas, etc. en fin, buscando dar lo mejor de cada uno en beneficio del espectáculo, ninguno buscaba ganarse los reflectores, ni los mismos directores Lolita y don Roberto.


En el sexenio del Presidente Miguel Alemán Valdés, ocupó la Secretaría de Educación Pública el literato Don Jaime Torres Bodet, quien se percató de la carencia de conocimientos en la lectura y en la escritura entre la población nacional, por lo que se dio a la tarea de combatir el analfabetismo con los pies en la tierra, y anoto, con los pies en la tierra, no como José Vasconcelos quien unos 25 años antes, quiso combatir el analfabetismo regalando a la población analfabeta ejemplares de la Ilíada y la Odisea. 


Entre las formas de llevar a cabo su campaña alfabetizadora, el Dr. Torres Bodet hizo uso del Teatro Guiñol de Bellas Artes, con el cual recorrían los titiriteros las delegaciones aledañas al Distrito Federal (Iztapalapa, Tláhuac, Cuajimalpa, etc.) con gran éxito, tan así fue valorado por el Secretario de Educación, que llevó este espectáculo a la zona serrana de Oaxaca; y . . . ¡allá van los guiñoleros a bordo del camión de redilas!, las cuales para esa campaña, se cubrieron con una lona decorada con personajes del Guignol, lo cual hacía llamativo al vehículo, además, contaba la unidad con una planta de luz, dado que no en todas partes contaban con ese servicio eléctrico con el que tanto para el alumbrado como para el servicio de sonido, era indispensable.


Junto al camión de redilas, decorado por Lola Cueto,
 en la Campaña de Alfabetización.


El grupo lo conformaron: el chofer, Don Fili, como directores del grupo el maestro Roberto Lago y la maestra Lolita Cueto, Paquita Chávez, Eduardo Contreras, el Chato López y el yucateco Pepe Díaz. Fue una gira de tres semanas por esa serranía que dejó un aprendizaje invaluable tanto para los actores como para las comunidades indígenas visitadas . . .  ¿El maestro de ceremonias?: no podía faltar: el Chato López.

  

Sabiendo y viendo los beneficios que el Teatro Guiñol aportaba, el gobierno de los Estado Unidos de Venezuela, presidido por el Lic. Rómulo Betancourt, por conducto de su Ministerio de Educación Nacional, nombró Coordinador de Alfabetización y Cultura Popular al  Sr. Antonio Seijas, quien se puso en comunicación con el Secretario de Educación, Don Jaime Torres Bodet, solicitándole que un grupo de guiñoleros fueran a esa hermana república a transmitir sus conocimientos y experiencias; la petición fue aceptada por el Secretario y por el INBA; otra vez, allá va en 1947, el grupo de “El Nahual”. El Sr. Lago, Lolita, Paquita, Pepe, y el Chato fueron los comisionados. ¡Otra valiosísima experiencia!, ¡otro triunfo del Guiñol!


Antes de abordar el barco "Nueva Esparta",
que habría de llevarlos a Venezuela.

A raíz de la exitosa gira que el grupo de teatro Guignol del Instituto Nacional de Bellas Artes efectuó por la hermana República de Venezuela, Don Willy (también así era conocido Don Guillermo), regresó con una idea bulléndole en la cabeza: ¿Por qué no tener su propio teatro de títeres?, al fin y al cabo, ya había acumulado suficiente experiencia en los más de quince años de estar trabajando en el Guignol, aunado a sus cualidades artísticas innatas que la vida le otorgó y que desde muy pequeño dio muestra de esas cualidades.        


La idea comenzó a tomar forma; convocó a una reunión a varios amigos compañeros de trabajo, les expuso su plan, invitándolos a participar en él y con él; alzaron la mano Paquita Chávez y Pepe Díaz, con ellos dos, más mi mamá (que empezó a hacer sus pininos artísticamente) y él mismo, podía comenzar a ofrecer funciones particulares; pero en esa reunión saltó la pregunta: ¿Cómo se va a llamar el teatro?, ¡Ah caray!, eso no estaba planeado; ahí mismo entre los asistentes se sugirieron nombres, ninguno debería llamarse como los de Bellas Artes, o que tuvieran alguna similitud como: Periquillo y/o Periquito, Comino, Rin-Rin, El Nahual, que eran los nombres que existían en esa institución, tenía que ser un nombre diferente, tal vez raro, de fácil pronunciación. El señor Jesús Díaz Thomé (Chuchito Díaz), esposo de Paquita, propuso: “Cucufate” y Cucufate se quedó, Chuchito Díaz fue el padrino. Así nació a mediados de 1950 el Teatro Guignol Don Cucufate.



Paquita Chávez, Chato López y Pepe Díaz
Integrantes de "Cucufate"



De esta magnífica experiencia, Guillermo, el hijo mayor del "Chato López", nos platicará en la siguiente entrega...