Con base en un interesante artículo de la investigadora Ma. Teresa García-Abad García, transcribimos algunos fragmentos de su estudio acerca de este emblemático titiritero italiano.
Vittorio Podrecca
(1883-1959), descendiente de una familia de músicos, comediógrafos, periodistas
y actores venecianos es el fundador, empresario y director de la compañía
italiana de marionetas “Piccoli”. Su creación tuvo lugar en 1914 en Roma, en la
sala Verdi del Palazzo Odescalchi, fecha en la que comenzó una incesante
actividad teatral que se extendería a través de toda una década.
Vittorio Podrecca como
el gran retablista que era, apeló a la colaboración de reconocidos pintores e
ilustradores, algunos de los cuales se iniciaron como escenógrafos en su teatro.
El genial taumaturgo y director de la “compañía mejor disciplinada", era,
también, el artífice de una conjunción en la que se armonizaron la música, la
danza, el color, la palabra y el gesto, en una combinación de códigos raramente
presente en nuestros escenarios. El dramaturgo italiano Darío Niccodemi (1874-1934)
lo llamó "teatro de prodigios".
En1924 iniciaba una
gira mundial cuyo primer destino sería Gran Bretaña para continuar por España,
México, Cuba, Alemania, París...
La compañía de Vittorio Podrecca, suscitó una atención digna de tener
en cuenta hoy para valorar en toda su dimensión el alcance de montajes ajenos a
nuestra historia teatral y titiritera, pero que en su día calaron profundamente
en la sensibilidad de aquellos que tuvieron la oportunidad de presenciarlos,
pequeños o mayores, letrados o profanos, teatreros o ajenos a la farándula.
El repertorio de la
compañía de Podrecca estaba conformada a través de dos pilares fundamentales:
el cuento tradicional infantil y la ópera. Las funciones se estructuraban sobre
una pieza central alrededor de la cual se ofrecían números breves, cuya gracia
y popularidad recibía el público con entusiasmo, imprimiéndole a la
representación un ritmo vertiginoso que no pasó desapercibido para la crítica. Algunas
escenas sobresalían por su invención y gracia emotiva.
Sus espectáculos,
pensados para un público infantil en principio, calaron muy profundamente en la
sensibilidad de los mayores que, en la mayoría de los casos, acudían a las
funciones como meros acompañantes de los niños. Desde la prensa no se tardó
mucho en invitar a su asistencia a los "niños de cinco a noventa
años", como recomendaba Darío Niccodemi, si bien, claro está, la lectura
de los pequeños había de ser diversa de la de los adultos. La supuesta intrascendencia de un espectáculo infantil no
podía hacer esperar una reacción intelectual tan diversa, en la que tomaban
parte personalidades de los más variados campos del mundo de las letras y de
las artes: críticos de arte, de teatro, de música..., sin cuya perspectiva
difícilmente podría reconstruirse un espectáculo de belleza tan conseguida y
los debates que de él se desprendieron.
Magda Donato
(1898-1966), dramaturga española, que radicó muchos años en México, dedicada al
teatro infantil, mostró especial interés por desentrañar los principios
técnicos del movimiento de los muñecos, cuyos manipuladores demostraban un virtuosismo
que despertó su curiosidad, haciéndole adentrarse en los secretos escondidos
más allá del escenario. También el escritor, ensayista, periodista, filósofo y
crítico de arte, catalán, Eugenio D'Ors (1881-1954), prescindió de todo
análisis estético para “bucear” en los intersticios de la técnica del títere,
insertando el espectáculo en las nuevas tendencias de este arte que adjudicaba
dos de las principales funciones del muñeco, el gesto y la voz, a intérpretes
diferentes.
Asimismo, el teatro de
Podrecca distinguía entre dos conceptos básicos para la consecución de una
euritmia adecuada: la "agitación" y "la posición". Un hilo
independiente determinaba en cada momento la altura del muñeco (posición),
mientras el resto de los hilos se encargaban de regular las articulaciones
(agitación), manipulados mediante una "cruceta" que multiplicaba de
modo extraordinario las posibilidades del cambio expresivo.
Los extraordinarios
artífices de Podrecca podían explayar todas sus facultades en los números
breves, números de baile que siempre suscitaron el regocijo del público.
El teatro de Podrecca
encerraba la compleja sencillez de las verdaderas obras de arte y su impacto se
comparaba con la renovación que en las artes había sucedido en Europa. De "espectáculo de arte" se
calificaban las obras de los Piccoli; un espectáculo reunía al mismo tiempo lo
antiguo y lo moderno; era "vestigio e invención". Tenía la
"gracia novísima del ‘ritorno all'antico’" y la novedad residía en la
humanización que imprimía Podrecca a las marionetas que hasta entonces "carecían
de expresión, de flexibilidad, de vida, en una palabra. Sólo podían ser
intérpretes de lo caricatural, lo estrambótico y lo grotesco". El
teatro Piccoli supuso en sus mejores momentos la verificación de un paradigma
dramático que elevaba lo infantil a un plano superior de goce estético. Pero lo verdaderamente esencial de la
rehabilitación del mundo de las marionetas se derivaba de su apertura de
horizontes estéticos; se trataba de un “complemento, una prolongación, un
ensanche del mundo teatral moderno".
Efectivamente, esta ampliación no sólo se verificaba en el resultado de
los espectáculos, sino en las reflexiones que se derivaban del mismo.
¿Cuáles eran las razones estéticas que subyacían en el éxito del Teatro
dei Piccoli?
Al margen de la exquisitez demostrada en la elección del repertorio y el
virtuosismo técnico del conjunto, estaba la variedad de emociones estéticas que
confluían en el espectáculo: su delicada plasticidad, la adecuación y maestría
en la interpretación musical, la capacidad de la marioneta para la renovación
de categorías dramáticas tradicionales —lo lírico, lo cómico, lo trágico, lo
grotesco, lo bufo—, o su inversión de conceptos tan arraigados en la escena
como el realismo, la apertura a novedosos parámetros interpretativos o el
rendimiento de otros códigos estéticos que se incorporaban con su vertiginosa
influencia a las tablas como el cine.
"Teatro esencialmente plástico" en el que tanto la letra como
la música habían de supeditarse al gesto, a la actitud, a la pirueta, haciendo
recaer una gran responsabilidad en el movimiento de estos muñecos actores.
Para Vittorio Podrecca la marioneta personificaba al actor por excelencia
aunando en su quehacer el origen religioso y profano de la representación
dramática --"tiene la fuerza hierática de las estatuas de las iglesias antiguas
y el humorismo del muñeco de madera"--
El Teatro dei Piccoli
sirvió de pretexto para revisar ciertos tópicos estéticos en cuyo
cuestionamiento se afianzaría el germen de la renovación escénica. La
perspectiva de ilusión del minúsculo teatro reintegraba a éste toda la fantasía
poética que había perdido -según Rivas Cherif-, como consecuencia de las
tendencias naturalistas del siglo anterior (S. XIX), y centraba la polémica en
las implicaciones entre lo real y lo artístico de la mimesis en el teatro. Para
gran parte de la crítica que se ocupó del teatro de Podrecca el éxito de sus
espectáculos se veía directamente afectado por el grado de
"desrealización" que se operaba en el escenario.
No es extraño que
aparecieran, también, comentarios al arte de Podrecca en los que lo calificaban
como “alegorías plásticas” o "teatro
plástico", en las que se privilegiaban las características más
definidoras de la literatura y su compenetración con las artes plásticas
-particularmente la escultura- como un
excelente medio de expresión corpórea de las abstracciones.
Frente a los que veían en el arte una copia de la realidad, el crítico de
arte, historiador y museólogo, Juan de la Encina, hizo recaer su virtud capital
en "llamar al pan y al vino de otra manera diferente", dotando así a
la marioneta de una expresión extraordinariamente moderna:
“La marioneta, que danza y danza siempre, que apenas posa sus pies en el
suelo del retablo, que camina como sobre ascuas y se mueve por estímulos,
impulsiones, pautas y ritmos que vienen desde arriba, bien pudiera ser como
símbolo del arte puro. Conserva de la realidad mínima traza, mínima referencia,
y, sin embargo, lo profundo de la realidad, los valores delicados y supremos de
ésta, se articulan, revelan y manifiestan con insinuante recato y pudor al
compás de sus pasos inmateriales de danza”.
Alberto Insúa, por su parte, se refería a una "realidad
idealizada". La misma técnica de los muñecos les hacía elevarse por encima
del escenario —también de la realidad— con una emocionante ingravidez. En el
proceso de estilización —los títeres pueden llegar a lo sublime por vías del
estilo- acentuaban la emoción lírica conseguida mediante una asombrosa síntesis
de medios expresivos y plásticos.
La crítica destacó las "maravillas en la caracterización, en el
movimiento, en las combinaciones de color" de las marionetas de Podrecca;
los "deliciosos cuadritos llenos de luz y plasticidad".
La trascendencia
ideológica derivada de los subgéneros y categorías dramáticas ponía en
evidencia a través de las representaciones del Teatro dei Piccoli. Podrecca
había conseguido, a través de sus fantoches, elevar el humor a categoría de
creación. Pero, ¿disponía la marioneta de la virtualidad de transmitir
emociones trágicas? El escultor valenciano Mariano Benlliure (1862-1947) se
manifestó abiertamente escéptico sobre este particular aceptando la capacidad
de los fantoches como vehículo de lo cómico, "y hasta de cierta gracia y
visualidad", pero negándoles toda posibilidad de hallar en ellos la
"forma superior, pura e ideal" del teatro: "nunca podrá
comunicamos un fantoche la más noble y elevada emoción del arte dramático: la
emoción trágica". Por el contrario, el crítico de El Sol sí se
mostraba confiado en las posibilidades de lo que él denominó "la marioneta
trágica", efectivamente verificable gracias a "un juego especial de
luces, una particular disposición del escenario". La deshumanización del
muñeco-actor abría un infinito abanico de posibilidades para la expresión de lo
satírico, lo grotesco o lo fársico, cuyo principio deformante favorecía una
crítica más distante e inocua, pero también la evasión puramente estética.
En géneros como la
ópera el teatro de marionetas mostraba un rendimiento extraordinario al no
tener que someter la caracterización del personaje a las a menudo poco idóneas
facultades de los intérpretes de las voces. Hay que recordar en este sentido
que en Italia la ópera con personas no era más popular que la ópera con
títeres.
La música, elemento
principal de las funciones de Podrecca, vino a poner ese toque sublime al
movimiento de los fantoches. Algunos compositores incluso llegaron a escribir
expresamente para el Piccoli, como es el caso de la música de Ottorino Respighi (1879-1936) para La
Bella Durmiente (1922).
Entre las obras que comprendían su repertorio encontramos su
particular versión del mito universal, "Don Juan", de Mozart; "El gato
con botas", de Perrault; las
óperas "La urraca ladrona" y "El
Barbero de Sevilla", de Rossini; "La
criada señora", ópera cómica de cámara de Pergolesi; "El elixir
de amor", de Donizzeti; "Blanco
y negro (Aventuras de Pierrot)",
de A. Pagan; "Cinco minutos en el Japón"; "El dúo de los paraguas", de la zarzuela "El año pasado
por agua", y "Los tres ratas", de "La Gran Vía"; o, el tradicional
cuento de Perrault, "La Cenicienta", musicalizada primero por Rossini y
posteriormente por Massenet, versión esta última elegida para la función de
Podrecca. El cuento "Caperucita Roja"; "La ocasión hace al ladrón", de
Rossini, o "Salomé", entre otras piezas más.
El Teatro dei Piccoli
participaría en varias películas: una en Hollywood en 1933, "Soy Susana (I am
Suzanne)"...
... otra
en Argentina en 1946, "Donde mueren las palabras"...
... y La edad de la inocencia, México 1962,
dirigida por Tito Davison.
Vittorio Podrecca
ciertamente rayó el prodigio con un espectáculo de gran belleza en el que la
plástica, la música, la técnica, el color, la interpretación, la luz, la
dirección, en fin, un delicado sentido estético, hacían posible desentrañar las
claves para la renovación de la escena que, si bien no pasó desapercibida para
los artífices del teatro de nuestro primer tercio de siglo, sí lo ha sido para
la historiografía posterior. El Teatro dei Piccoli, con su magnífica fusión de
códigos estéticos, favorecía además un debate crítico de gran envergadura en el
que se desempolvaban, desde una perspectiva polifónica y moderna las
principales preocupaciones estéticas que delimitaron el camino de una renovada
práctica escénica a través de la estilización lograda, en este caso, por unos
insuperables artistas de madera.
Sirva este breve
recorrido como contribución a la reconstrucción del "teatro de los
prodigios".
una nota muy interesante sobre este gran maestro titiritero gracias¡
ResponderEliminarmuy buen trabajo. gracias por compartirlo!!
ResponderEliminarEra maravilloso poder ver este espectáculo realmente inolvidable. Estuvieron en Santiago del Estero (Argentina),en el Parque de Grandes Espectaculos), en nuestro Parque Aguirre.Yo era chica entonces y hoy soy una mujer mayor pero nunca podría olvidar a esas marionetas que pendían de lo alto, manejadas por manos con excelencia. Ya no está Podrecca pero ojalá continúe este espectáculo diferente e increíblemente bello.
ResponderEliminarhola Edith! te cuento que soy de Tucuman, y ando tras la pista de en que año vinieron a tucuman. se por otra entrevista que estuvieron el teatro alberdi...habra sido antes del 50? intuyo entre el 46 y el 49, ya que ellos migraron a brasil en 1950... me gustaria si te acordas mas me dijeras! gracias!
Eliminarmuy interesante y completo el texto que nos lleva a conocer y apreciar a quienes dejaron huella y transformaron una disciplina artistica tan antigua como importante en el mundo. gracias TITO.
ResponderEliminarDe pequeño ha finales de los años 50 o primeros de los 60 vi este hermoso espectáculo de los PICCOLOS DI PODRECCA en el Teatro Romea de Barcelona. Guardo un grato y fantástico recuerdo de aquel día.
ResponderEliminarTambién por los años 50 aproximadamente estuvieron en la ciudad de San Luis, provincia de San Luis, en el antiguo cine Rex.
ResponderEliminar¿Alguien podría aportar información al respecto?
Gracias
Me parece que también participaron en la película de "Cascabelito" de Viruta y Capulina.
ResponderEliminarHola, interesante reportaje, vino a mi memoria que mi Padre me llevó a ver un Teatro de Marionetas, cuando yo tendría como 5 años, y es éste sin lugar a dudas, seguramente tuvieron presentaciones cuando vinieron a filmar la película de "La Edad de la Inocencia", en 1962. Fueron grandiosos en verdad. El pianista y la soprano jamás los olvidaré. Saludos
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