Los titiriteros en México y el mundo estamos de fiesta…
El
titiritero de hoy, descendiente en línea directa de personajes grotescos,
multiformes, pícaros y lujuriosos, como Petrushka, en Rusia; Don Cristóbal, en
España; Kasper, en Alemania; Hanswurst, en Austria; Punch & Judy, en
Inglaterra; Guignol, en Francia; Don Folías, en México; es universalmente
reconocido.
A lo
largo de la historia, el titiritero ha sido fiel intérprete de la voz del
pueblo, a pesar de todas las excomuniones, las amenazas y las proscripciones
que han lanzado contra él los oradores públicos desde los púlpitos, las
tribunas o los “honorables” Ayuntamientos. Pero también se deben reconocer sus
méritos.
El
titiritero de hoy es, sobre todo, un personaje sensible; su ingenio rápido y
espontáneo lo saca siempre airoso de las situaciones más apuradas. Defiende a
los pobres y a los parias, y ha sido muchas veces el portaestandarte y el
refugio de las reivindicaciones populares; es amigo fiel de la botella y el
diablo… es un artista con el corazón de hombre libre. Su espíritu
reivindicativo contra las tiranías, las desigualdades y las injusticias
sociales, le han dado esa trascendencia universal de la que hoy goza.
Ya sean “burdos o refinados”, los espectáculos que actualmente presentan
los titiriteros, no dejan de cautivar a su público, particularmente las niñas y
niños que viven las historias de una manera muy intensa y especial; también públicos
selectos en señaladas ocasiones, con producciones sofisticadas y de grandes
recursos tecnológicos; pero, sobre todo, a ese público placero, público
sencillo que ríe
y goza de “los duros vocablos con que
suele estar condimentado a menudo el delicioso lenguaje de los muñecos…”
(Federico García Lorca).
Los titiriteros de hoy logran -como dice Michael Meschke-
“vencer el desafío de expresar en un rostro petrificado todo lo que su papel
les exige, es decir, consiguen manifestar los sentimientos humanos primordiales
e incluso se atreven con nuestras más hondas emociones en espectáculos de
lograda expresividad”.
En
México la tradición de títeres es muy antigua, prehispánica, y está muy
arraigada; se ha multiplicado en una numerosa familia de diminutos personajes
en la que no falta la abuela, el soldado de rojo kepí, el negrito poeta (tan
nuestro), la mujercita y el burgués, entre muchos más. Todos, en fin,
personajes que han hecho pasar horas de entretenimiento a muchas generaciones.
Personajes de un teatro de figuras que más que hacer, más que crear, todos hemos
reintentado y llevamos hacia una verdadera y definitiva finalidad: las
reivindicaciones populares.
Han
pasado años de éxitos, de importantes logros en donde se han fundado grupos
desde los cuales se representan novedosos espectáculos.
Y
aquí estamos, los titiriteros mexicanos, para continuar con una gran tradición
y para colocar, como lo hicieran nuestros maestros, el teatro de muñecos animados
en los terrenos del arte, rompiendo lanzas contra la incomprensión, la
indolencia, la apatía, la indiferencia; y lucharemos hasta el final para que el
Teatro Mexicano de Títeres sea colocado en su justa dimensión, como lo que es,
un Arte, dicho así, sin más y con todas sus letras: El Arte de los Títeres.
Enhorabuena.
En
Mérida, la de Yucatán, 21 de Marzo, 2014
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