jueves, 12 de agosto de 2010

Como materia esencialmente humana el Teatro de Títeres pide a gritos que se le reconozca. Pide por un lugar en la conciencia colectiva. Que se le quite de esa lamentable condición de bien mostrenco en que lo han (lo hemos) dejado sus propios servidores ante el cautivante hechizo de la novedad y la improvisación. Por el contrario, es hora que dejemos atrás los tristes productos de los autonombrados “artistas” de hoy y lo reconozcamos como lo que es: un arte… un arte multidisciplinario, una actividad artística altamente especializada


El teatro de títeres se ha convertido en un collage de placeres individualistas que se han llevado a cabo como deleite de multitudes solitarias que confunden una expresión vital –el arte- con ejercicios tecnicistas. Las líneas se han vuelto, más que nunca, huidizas; los volúmenes, dispersos; el ruido, como sistema y ejercicio musical; la verborrea, como fuente literaria; la danza se vuelve un dato del dejar hacer y el dejar pasar… y la cultura de manchas imprecisas que no permiten al arte del teatro de títeres asirse de ellas para la ascensión de su espiral social.

Es deber de quienes nos dedicamos a este arte –al arte- entender que más que un simple entretenimiento, el teatro de títeres es una expresión cultural. Una función de títeres tiene la virtud de romper las relaciones tradicionales de tiempo y espacio cuando toma por asalto el mundo de la imaginación.


En la búsqueda cotidiana de diferentes formas y caminos de expresión, los títeres se presentan en la actualidad como un arte que vive en su movimiento y se alimenta de las demás experiencias artísticas, al mismo tiempo que les sirve de inspiración.

El arte contemporáneo de los títeres consiste en generar imágenes eficaces imágenes, que habiendo salido de la creatividad del artista titiritero, lleguen sin interferencia a los sentidos del público.

Una imagen se consolida de las vivencias anímicas del artista titiritero. Aquello que piensa y siente, lo que experimenta entrañablemente y que al ser expresado se transforma lo mismo en planos lineales que en matices cromáticos, en volúmenes armonizados que ocupan un lugar en el espacio que en movimientos flotantes que ocupan un lugar en el tiempo, en sonidos como sensaciones y en palabras fraguando metáforas en busca de su forma perfecta. Todas estas formas de expresión artística se presentan al público trasmutando el acto artístico que contienen los títeres...

1 comentario:

  1. Comprendo el interés por dignificar nuestro arte, lamentablemente no es un sentir colectivo. Creo que muchos de los titiriteros mexicanos se perciben a sí mismos como ciudadanos de segunda clase, como artistas del peor tipo y como ganapanes que, al no tener más remedio, cometen la atrocidad, la fechoría, de hacer títeres. Muchos son los que hemos emigrado a otros campos del arte o del conocimiento al hallar la medicridad, la envidia, la avaricia, la soberbia y por sobre todo el canibalismo de otros "titiriteros" o colegas, cuya actiitud existencial es marcadamente lamentable. ¿Cópmo comenzar una renovación moral de los titiriteros? Donde la salidaridad, la buena voluntad, el escuchar al otro, el diálogo y la prudencia sean los valores que rijan. Sé, por experiencia personal, que hay comunidades resentidas y los "titiriteros" mexicanos que han la suya propia.

    ResponderEliminar