lunes, 23 de agosto de 2010

De Angelina Beloff



Angelina Beloff. (San Petersburgo, 23 de junio de 1879 - Ciudad de México, 30 de diciembre de 1969). Titiritera, pintora y escultora. Si bien su nombre se liga irremediablemente al de Diego Rivera, su obra artística, su libro Muñecos Animados la destacan con méritos propios.

Durante toda su vida las actividades en favor de los niños señalan su camino… Originalmente toma la determinación de estudiar pediatría, pero también siente una fuerte atracción hacia el arte, así que, finalmente, esa afición la hace decidirse y se matricula en la Academia Imperial de Bellas Artes de San Petersburgo donde realiza sus estudios artísticos de 1904 a 1909. Ese mismo año obtiene una beca para continuar su formación en París.

Angelina emprende el viaje poseedora ya de un oficio y una técnica, dispuesta a enfrentarse con todo lo que la deslumbrante ciudad significaba entonces de nuevo. Ya en París visita la Academia de Henri Matisse y luego acude a la academia Vitti. Bajo la tutela de Van Dongen y Hermenegildo Anglada Camarasa orienta su trabajo privilegiando la expresión y la libertad en el manejo del color, y se aleja de las restricciones académicas. Allí -en la academia- conoce y entabla una estrecha amistad con María Blanchard (María Gutiérrez-Cueto y Blanchard), una joven artista española, prima del escultor y titiritero mexicano Germán Cueto, con la que en el verano de ese mismo año (1909) viaja a Londres y Bélgica. En Bruselas coinciden con Diego Rivera y entablan una estrecha amistad. A la vuelta de su viaje, los tres artistas deciden compartir la vivienda y estudio en el edificio marcado con el nº 3 de la Rue Bagneux.


 Dos años después Diego y Angelina se casan. Es la primera esposa del pintor con quien vive 12 años. En 1917 nace un hijo del matrimonio al que llaman Diego, que lamentablemente pierde la batalla contra una epidemia de gripe y muere a los14 meses de edad, en el otoño de 1919. La vida de Angelina junto Diego, y aun después, es muy penosa. El mismo Diego en una oportunidad manifestó: “Angelina me dio todo lo que una mujer puede brindar a un hombre. En cambio, ella recibió de mí, toda la miseria que un hombre puede infligir a una mujer”. Diego Rivera abandonó París en 1921. Angelina le escribe cartas, cartas que Diego nunca responde... Once años después (1932), luego de haber reunido el dinero suficiente, Angelina viaja a México, junto con Germán Cueto y su esposa Lola, que vivían en París desde 1927 y que, presentados por María habían formado una sólida amistad. Un día, estando ya en la Ciudad de México se cruza con Diego en un teatro, pero él pasa a su lado “sin reconocerla”. Angelina sufre…, pero encuentra las fuerzas necesarias para seguir su carrera en este país.

Angelina Beloff forma parte de una generación de artistas mexicanos (así se consideraba ella misma, una artista mexicana) que han determinado, en gran medida, el rumbo de las artes en nuestro país, Fue miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y co-fundadora del Salón de la Plástica Mexicana en 1949.


Pero Angelina que se preocupa siempre por los niños inicia en 1933 una fructífera carrera como titiritera al lado de artistas mexicanos quienes la rodean de cariño y solidaridad. Desde entonces se siente –se sabe- ligada a nuestro país, este país que quería como si fuera el suyo, según sus propias palabras, y donde trabajó a favor del teatro de muñecos. Su aportación es definitiva y lo más importante: nacida del compañerismo, del amor y del conocimiento… una de las formas más altas de amistad.

Por varios años contribuye con su talento a forjar toda una estética para el teatro de títeres en México y en 1936 la Secretaría de Educación Pública (SEP) la comisiona para viajar a Europa y hacer un trabajo de investigación de los teatros de muñecos del mundo, pero se ve obligada a suspenderlo por el inicio de la Gran Guerra. En 1945, bajo los auspicios de la SEP edita su libro Muñecos Animados. Historia, técnica y función educativa del teatro de muñecos en México y en el mundo. Un libro entrañable, indispensable en la biblioteca de todo titiritero, profusamente ilustrado con viñetas de la propia Angelina y una sección de fotografías. En su libro, Angelina Beloff aborda todos los aspectos, nos relata sabrosas anécdotas, nos ofrece entrevistas inusitadas, testimonios, nos cuenta antiguos argumentos y viejos ambientes, nos brinda un minucioso estudio y, sobre todo, nos enseña este teatro maravilloso; le da su verdadera dimensión y nos muestra un arte magnífico, válido para todo tipo de espectadores. En este libro nos enteramos de los nombres de los muñecos y de sus creadores y al inicio de cada capítulo leemos interesantes epígrafes de los grandes autores con este teatro de muñecos: Alberti, Lorca, Goethe, Cervantes, Byron, Goldoni, Guillermo Prieto… La única limitación que tiene el libro es que termine.


Sí, Angelina Beloff tiene sus raíces en el arte pictórico, en el difícil arte de ilustrar libros, pero su labor como titiritera nos lleva a valorar y redescubrir que el teatro de muñecos animados no puede ser un ente vivo si le falta todo lo que la artista nos ha revelado: el alma de los muñecos eternos, “esos manojitos de madera, carón y trapo”.



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